Las preocupaciones mediáticas y policiales han dejado de ser pura estrategia de guerra que el movimiento tenía en cuenta y contrarrestaba con inteligencia y habilidad, y se han convertido en verdaderas victorias del poder –todavía parciales-. Durante esta semana los avances en los barrios, ciudades y pueblos contrastan con el retroceso del punto inicial de la movilización, la puerta del Sol.
Las propuestas de las Comisiones y Grupos de trabajo se han estrellado en la Asamblea General de Sol una y otra vez. En un primer momento, la desesperación que ha embargado a los grupos que han elaborado los consensos de mínimos encontraba una explicación en la necesidad de “reelaborar las propuestas para que todos las entendieran” o “tratar de hacer propuestas de consenso, es decir, todos cedemos algo para construir juntos. Sin embargo, la discusión sobre la permanencia o no en la Plaza ha tenido la virtud de iluminar el fondo de un túnel que tiene dos dimensiones o dos evidencias: se está confundiendo consenso con unanimidad, y la unanimidad sólo es posible cuando los intereses no son irreconciliables. Los ratones han caído en su propia trampa. No decidir es decidir.
Se trata de dos descubrimientos vitales para la continuidad del movimiento y su resolución lo hará más fuerte o lo pondrá a merced de fuerzas que lo acabarán disolviendo. Las dos fortalezas del 15 M están en riesgo: la capacidad para tomar decisiones –el pueblo se representa a si mismo-, y la unidad de acción –no hay luchas sectoriales, la lucha es de todos-.
Es cierto que la plaza de Sol ya no es sino una pequeña parte del movimiento pero el ministro del interior sabe que los símbolos son fortalezas del movimiento. Después de la Asamblea General del domingo 29 en la que los asambleados teníamos que tomar la decisión de desmontar o no el campamento –insisto, no sobre la continuidad del movimiento-, la parálisis en la toma de decisiones que ya se había evidenciado cuando algunos Grupos de Trabajo habían buscado el consenso para sus propuestas, hizo visible que la misma fuerza imparable que propulsó el movimiento, dos semanas después se había convertido en su punto más frágil. Siguiendo una lógica plenamente democrática, inclusiva y basada en la confianza, los allí congregados asumieron el riesgo de continuar la acampada y trabajar en la búsqueda del consenso (unánime). Los mayores esfuerzos han sido los realizados por la Comisión de dinamización de Asambleas que ha pasado horas y horas trabajando para resolver la paradoja de elaborar un protocolo que impida los bloqueos en la toma de decisiones. Un protocolo que a su vez tiene que ser consensuado con las reglas de juego “consensuadas” previamente al inicio del movimiento, todo ello sin amputar una de las partes de la paradoja. Sorprendentemente el espíritu de todos los debates, incluso en situación de bloqueos constantes sobre “cómo debatir”, no ha sido el de excluir a los sujetos recalcitrantes, incluso asumiendo que podría tratarse de infiltrados, individualistas extremos o dogmáticos. El movimiento lucha por tomar decisiones sin que esto suponga el desprendimiento de parte del organismo vivo que ha crecido estos días. El núcleo originario del movimiento 15-M está en un bucle de difícil solución.
Resolverlo desde la maduración y la propia experiencia del movimiento, no como una imposición de los medios ni de los cuerpos policiales, implica asumir que el principal expolio que hemos sufrido durante el franquismo y la transición pactada ha sido el de nuestra capacidad para tomar decisiones.
Una parte importante de los congregados en Sol, la abrumadora mayoría visible, ha descubierto estos días que es necesario contextualizar los procedimientos. Ha descubierto que el consenso es un instrumento que se ha de adecuar a los fines perseguidos, que ha de ser puesto en historia y que puede ser calificado (consenso sin unanimidad). Las asambleas temáticas en las calles, las discusiones en cada rincón y plaza, el diálogo de todas las personas, ha construido un sistema abierto e inclusivo de una potencia nunca vista –para el poder seguramente aterradora-, pero, cual organismo vivo, para seguir creciendo y expandirse no puede sentirse lastrado por lo que sólo es un instrumento, poderoso, pero nunca un fin en sí mismo. La toma de decisiones sin unanimidad en este tipo de sistemas no puede ser confundido con la clásica representación en la que las mayorías se imponen a las minorías. La imposición se corrige con las estructuras horizontales, la rotación de los cargos, la apertura de todos los grupos de trabajo, la transparencia, etc. Prácticas que han sido habituales desde el principio en el 15- M y que son, sin duda, garantía de democracia.
La estrategia el poder tiene fuertes aliados pero los demonios invisibles de la ciudad, las fuerzas democráticas, han sido, cual caja de Pandora, liberadas. Será difícil volver a colocarlas en su sitio, ya ocupan otras plazas, otras calles y otras mentes.
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