martes, 31 de mayo de 2011

Represión 2.0 en África y Oriente Medio

- Los regímenes comienzan la persecución online de los ciberactivistas de Bahréin, Siria o Arabia Saudí -

- "Hay una guerra en sí en el ciberespacio", explica el responsable de la ONG Insan -

- El régimen de Damasco arranca con torturas las claves de los usuarios de redes sociales para seguir los pasos a otros disidentes -




Hace tiempo que la guerra que enfrenta a las dictaduras árabes con sus poblaciones llegó a la red. Cada búsqueda de las palabras Siria, Bahréin, Libia Yemen en las redes sociales se topa con una avalancha de denuncias de abusos realizadas por activistas pero también con su antítesis, los mensajes de los seguidores del régimen dispuestos a descalificar, humillar y desmentir al contrario. Desde negando la existencia misma de las protestas hasta insultando sin más a los convocantes y participantes.
“Por supuesto que los manifestantes son despedidos. Yo despediría a cualquier que se salte el trabajo”, escribe en Twitter el usuario bahreiní @mohamedhasan89, justificando asíla expulsión de 1.600 trabajadores chiíes de sus empleos, acusados de haber apoyado las manifestaciones, como parte de las estrategias del régimen para ahogar las protestas. “Los manifestantes se quejan de que les insultan cuando están detenidos. Lo siguiente que dirán es que les sirvieron té en vasos de plástico”, ironiza @sheeshaBH. Al menos cuatro personas han muerto en las torturas infringidas en los interrogatorios, y cerca de un millar han sido detenidos desde las protestas.
Pero los interrogadores tienen un nuevo punto en su cuestionario: las contraseñas para entrar en las redes sociales de los detenidos. Porque algo nuevo está ocurriendo en la red: a medida que las revoluciones se estacan ahogadas por las balas de los uniformados, la represión se extiende por Internet. Las dictaduras han reclutado voluntarios que contrarresten a los ciberactivistas, especialmente peligrosos por su capacidad de convocatoria y sobre todo por su difusión de los acontecimientos para malestar de regímenes que consideraban que cerrar sus países a la prensa era bastante para impedir que nada se supiera. Los vídeos, fotografías y comentarios colgados en las redes sociales son suficientes para dejar en evidencia a las dictaduras y exponer sus crímenes.
Mohamed al Maskati, director de la Sociedad Juvenil de Bahréin para los Derechos Humanos, se encontró una mañana fotografías de su vivienda particular circulando por la web, así como su dirección, su número de teléfono, su fotografía y llamamientos a “asesinarle y liquidarle”. “Es la segunda vez que me pasa”, explica a Periodismo Humano mediante un chat desde Manama. “Los partidarios del Gobierno cuelgan mis datos en Facebook, Twitter y en los foros, me acusan de traición y me insultan”. Mohamed le resta importancia porque no es el único en sufrir semejante acoso, pero denuncia que la campaña de represión ha llegado a las redes y se materializa en muros de Facebookbombardeados con insultos y amenazas, mensajes calumniosos de Twitter y post ofensivos en los Blogs de los principales activistas.


En Bahréin, siete conocidos ciberactivistas han sido ya detenidos, tres han desaparecido y otros tres están amenazados, entre ellos el propio Maskati. A la lista habría que añadir a Nabil Rajaab, presidente del Centro de Bahréin para los Derechos Humanos y activo twitteroEl pasado sábado, su domicilio fue atacado con botes de humo: uno entró por la ventana del dormitorio de su hermano. “Pasamos momentos terroríficosrescatando a mi hermano, su esposa y su hija dado que estuvieron cerca de axfisiarse. Es un intento de asesinar a miembros de mi familia para presionarme a cesar mi actividad humanitaria”, denunció a la CNN. “Gracias a dios que los botes de humo cayeron en las baldosas y no en la alfombra, podría haber matado a toda mi familia mientras dormía”.
En Facebook, a Maskati y a otros activistas, como el director regional de Frontline Defenders Abdulhadi al Khawaja, acusado de “terrorismo” por el régimen, le llueven los insultos, aunque también hay un grupo creado para mostrarle su apoyo. No son casos aislados. De repente han aparecido múltiples grupos de apoyo a los regímenesrepresores. Se comienzan a denunciar detenciones donde se arrancan a golpes las claves de acceso a los perfiles privados para seguir la pista a otros disidentes, y de interrogatorios sobre los comentarios que se escriben en Twitter. Y Bahréin no es la excepción sino la regla en las revueltas árabes.
“Estamos viendo este fenómeno en Siria, Bahréin, Arabia Saudí y Marruecos,pero estoy segurda de que ocurre en el resto de sitios también”, explica por correo electrónico Jillian York, responsable de Libertad de Expresión Internacional de la Fundación Frontera Electrónica, particularmente interesada en vigilar la infiltración de los gobiernos en la red de redes. “Ya habíamos visto escenarios similares en Irán, por supuesto, y no tengo dudas de que mientras continúen las revueltas lo seguiremos viendo en más sitios”.
“Hay una guerra en sí que tiene lugar en el ciberespacio”, afirma Wissam Tarif, responsable de la ONG para Derechos Humanos Insan. Y como toda guerra, ya está habiendo víctimas. “Muchos ciberactivistas han cesado sus actividades por la represión. Y muchos defensores de DDHH han desaparecido por miedo a ser arrestados. Bahréin es un lugar poco apropiado para todos ellos”, explica Maskati.
El fenómeno es amplio. En Arabia Saudí, donde se están viviendo tímidas manifestaciones para denunciar la discriminación de la minoría chií, recientemente se ha cerrado un grupo Facebook llamado Enséñame a conducir y así me podré proteger que trataba de concienciar a la tradicional sociedad saudí sobre la necesidad de que las mujeres tomen el volante y convocaba una jornada de conducción femenina masiva para el 17 de junio. En el reino wahabí, donde la interpretación más estricta del Islam es fuente de jurisprudencia, los coches están reservados a los hombres, lo que obliga a las familias a contratan conductores que puedan llevar a las féminas al trabajo, al colegio con sus hijos o al hospital. La promotora del grupo Facebook, Manal al Sherief, fue detenida el pasado sábado por el Comité para la Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio, la policía religiosa. Su delito: colgar un vídeo en YouTube donde se le podía ver conduciendo.
“¿Cómo han podido cerrar el grupo Facebook? En teoría, sólo los responsables de Facebook tienen facultades para clausurar un grupo si no cumple las normas de uso”, se interroga una periodista saudí asentada en el Líbano. “Eso suena a que el régimen saudí tiene el poder de cerrarlo de una simple llamada”, insinúa. La censura no paró ahí: la dictadura wahabí no tuvo reparos en bloquear, un día más tarde, el blog de Omaima al Najjar, una mujer que había mostrado su repulsa a la detención de Manal y exigía la liberación de la misma.
En Siria la situación de los ciudadanos que graban y cuelgan ejemplos de la sangrienta represión en las redes para difundir los crímenes de la dictadura de Bashar Asad es dramática. Los activistas denuncian que los seguidores del régimen han creado cuentas en Twitter y Facebook y canales en YouTube para difundir su versión de los hechos, según la cual terroristas a sueldo del exterior se esconden tras las protestas y asesinan a las fuerzas de Seguridad forzando la represión para mantener la seguridad.
En un artículo publicado por el New York Times, varios disidentes sirios explicaban cómo habían sido conminados, durante sus detenciones, a entregar sus claves para acceder a sus cuentas en las redes sociales. Una vez liberados, encontraron sus muros llenos de mensajes a favor de Bashar Asad. Además, la cobertura 3G del paíscomienza a estar caída para evitar que se envíen vídeos a la red mediante los móviles. La telefonía siria está en manos de la familia gobernante.
Es un desesperado intento por aniquilar la contínua filtración de noticias e imágenes de la represión de las protestas pacíficas. Se estima que en Siria ahora hay unos 580.000 usuarios con cuenta en Facebook, un 105% más que hace tres meses, cuando el régimen abrió las redes sociales pretendiendo ser inmune a la primavera árabe, según los datos que maneja Fadi Salem, director del Programa de Innovación y Gobierno de la Escuela de Gobierno de Dubai. No todos ellos aprovechan la conectividad para denunciar los excesos del régimen: el caso más llamativo es del Ejército Electrónico Sirio, un grupo de Facebook donde se explicaba cómo atacar a los ciberdisidentes mediante la tecnología. Facebook lo cerró por violar los términos de uso.


“De la misma forma de la que, hace unos años, se convirtió en algo común hablar de la Red 2.0 ahora estamos viendo Represión 2.0”, explicaba Saniel B. Baer, asistente del secretario de Estado para Democracia, Derechos Humanos y Trabajo de EEUU, en declaraciones a The Washington Post. Los medios son sofisticados a juzgar por las declaraciones de Hilary Clinton el pasado abril. “En algunos países, los activistas demócratas y de Derechos Humanos y los blogueros independientes encuentran susdirecciones electrónicas hackeadas o sus ordenadores infectados con spyware. Los activistas digitales están siendo torturados para obtener sus passwords”.
Es un hecho que los blogueros árabes están siendo perseguidos por las autoridades. Y que la generosa política aperturista hacia Internet aplicada por países como Siria -en contraposición al apagón informativo aplicado por la dictadura de Egipto para abortar su revuelta- ha tenido consecuencias positivas, pero ahora comienza a tener efectos negativos. “Usar [Internet] para el activismo es una apuesta arriesgada. Puede funcionar si el régimen contra el que trabajas no es suficientemente rudo o poderoso. Si ganas rapidamente, Facebok es la herramienta a usar. Si no, resulta muy peligrosa”, explica Peter Eckersley, otro miembro de Fundación Frontera Electrónica.


Pero, ¿terminará esta campaña de ciberrepresión con la primavera árabe? “Depende de lo eficaz o importante que está realmente siendo Internet en este levantamiento”, continúa Jillian York. “En Túnez o Egipto, hemos visto el increíble papel que ha jugado la tecnología pero en Siria, por ejemplo, no hemos visto el mismo activismo online, así que los ciberataques tienen menos impacto. Por otro lado, la metodología con la que el régimen sirio usa Internet para perseguir activistas -literalmente obteniendo sus contraseñas y después deteniéndoles- implica que algunos de los activistas mejor conectados y mejor informados desaparecerán de escena, ya sea porque han sido arrestados o se han escondidos. En cualquier caso, nos preocupa que el movimiento [de ciberdisidencia] sea, a partir de ahora, menos eficaz”.

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