viernes, 10 de junio de 2011

Yemen - Un ataque con misiles en el palacio presidencial provocó lo que no habían conseguido cuatro meses de manifestaciones

Manifestaciones en contra del presidente Saleh en la capital Yemen. Foto: Sallam
JPG - 703.9 KBLos acontecimientos se han acelerado en los últimos días en Yemen. El sábado el presidente Alí Abdalá Saleh salía finalmente del país, rumbo a Arabia Saudí. El día anterior, un ataque con misiles en el palacio presidencial provocó lo que no habían conseguido cuatro meses de manifestaciones y presión política nacional e internacional, al herirle mientras rezaba con miembro del Gobierno ejecutivo. En total son 11 los muertos, al tiempo que entre los evacuados al país vecino figuran el primer ministro y los presidentes de la Cámara Alta y Baja del Parlamento, junto a otros altos cargos, según se declaraba desde el Partido del Congreso General Popular, que Saleh aún lidera. Éste habría sufrido heridas en el pecho y en el cuello, de las fue intervenido en un hospital de Riad.
Sin haberse aún aclarado la autoría del ataque, la partida del presidente provocó entusiastas celebraciones en Saná y otras ciudades del país, si bien desde su partido se insistía en que el viaje no supone su renuncia. Asumiendo el mando temporalmente, el vicepresidente Abderabu Mansur Hadi, ha pactado una tregua con los elementos tribales que llevan desde el pasado 24 de mayo combatiendo a las fuerzas fieles al presidente en Saná. Hadi se comprometió a retirar a las fuerzas de seguridad del norte de la capital, zona de influencia de los líderes tribales rebeldes. Se trata de un precario e incompleto receso de la violencia tras dos semanas de enfrentamiento armado y más de cuatro meses de movilizaciones duramente reprimidas.
La vuelta de Saleh en dos semanas
A pesar de que desde su partido, se insiste en el retorno del mandatario en un plazo de dos semanas, muchos en Yemen dudan de que dicho regreso pueda hacerse efectivo. El pasado 23 de mayo el Saleh se resistió de nuevo a firmar un acuerdo que permitía su salida y la transferencia ordenada del poder en el país. Se trataba de la tercera vez que lo hacía, los países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico, contrariados, retiraron el acuerdo . Hasta entonces habían sido cautos y pacientes: cautos ofreciendo impunidad al mandatario para que se retirara plácidamente con su familia a disfrutar de las riquezas acumuladas, al contrario de los depuestos Ben Ali y Mubarak, y pacientes al mantener en pie la propuesta de acuerdo a pesar de las maniobras del presidente. Ahora que este se encuentra fuera del país, herido y debilitado, se dan las condiciones para iniciar el traspaso del poder.
Frente al Golfo de Adén y a través de Bab al Mandab, el estrecho que separa el Mar Rojo del Índico, pasa gran parte de la producción de petróleo de la región. Es de gran interés para los países productores de crudo que el país esté tranquilo. Pero esa pretendida tranquilidad parecía imposible las últimas semanas. El CCG no fue el único en hartarse el pasado 23 de mayo. La guerra civil que Saleh decía evitar con su continuidad parecía haber ya estallado. Otro hombre poderoso lanzó a sus seguidores a las calles de la capital del país, Sanaa, para echarle del poder.
Se trata del jefe de jefes de tribus, la máxima autoridad de la confederación tribal Hashed, el jeque Sadiq al Ahmar. Él y sus seguidores armados tomaron el relevo de las manifestaciones pacíficas que en el marco de la primavera árabe, salieron a las calles reclamando la salida del presidente y el fin de su régimen corrupto. El actual rival de Saleh lo respaldó en el pasado, del mismo modo que hiciese su padre quien le precediera a la cabeza de la confederación tribal hasta su muerte.
Al Ahmar renunció a su puesto en el Congreso Popular General, partido de Saleh, el mes de febrero, como hicieron otros diputados, ante la presión popular por la salida del presidente y la violenta represión con la que ésta fue respondida. Sin embargo las diferencias con Saleh preceden a la actual crisis, ya en 2008 el líder tribal defendía el carácter tribal de la sociedad yemení, acusando a EEUU de inferir para desarmar a las tribus alimentando así el poder de su aliado presidente, también de la tribu Hashed.
Intereses de Estados Unidos
La estrecha alianza entre EEUU y Saleh, en el marco de la lucha antiterrorista de la superpotencia, ha marcado la última década del mandato del presidente. Al Qaeda en la Península Arábiga se habría instalado en el país aprovechando la fragilidad de un estado en el que tanto el Sur como los rebeldes chiís del Norte se enfrentan al poder central. Hechos como el ataque al buque USS Cole en 2000, o el frustrado intento de atentado contra el vuelo Ámsterdam Detroit en Navidad de 2009, por parte de un nigeriano presuntamente entrenado en Yemen, han dado a Saleh un suculento argumento para captar importantes donaciones internacionales. Ingentes sumas de dinero que no han servido para mejorar las existencias de la población del país árabe más pobre, en la posición 133 (de 169 estados) por su bajo Índice de Desarrollo Humano. Con un futuro que se presenta aún más difícil debido al progresivo agotamiento de petróleo y agua.
Esta misma población salió a la calle a finales de enero para reclamar el fin de los 33 años de mandato del presidente. Los últimos días, en medio de los enfrentamientos armados, en una ciudad que se había preservado libre de combates durante largos años, el pueblo se debatía entre seguir manifestándose, unirse a los que exigían por las armas la salida del presidente, o huir como cientos de sus conciudadanos.
No parecía ya momento para las revueltas pacíficas, en la ciudad sureña de Taiz, las Naciones Unidas denunciaban la represión violenta de los manifestantes, que se ha cobrado decenas de víctimas en los últimos días. Cuando desde los medios se advertía de la toma por parte de Al Qaeda de la ciudad de Zinjibar y su puja por hacerse con plazas en el Sur del país, muchos sospechaban que detrás pudiera estar el mismo Saleh agitando de nuevo la bandera de su lugar imprescindible en la lucha contra el terrorismo.
La fuerzas de seguridad política y de seguridad nacional, lideradas por familiares y cercanos al presidente, cuentan con cuerpos especiales equipados y entrenados por EEUU en el marco de la lucha contra el terrorismo. Han sido acusados por parte de la oposición, de estar más al servicio del presidente que del Estado. Son estas fuerzas las que aún luchan por la continuidad de Saleh, después de que la comunidad internacional, las tribus, los países de la región, y hasta el partido que lidera, lo hayan abandonado.
En julio de 2010 el periódico Yemen Post titulaba irónicamente un artículo: “Construyendo la Nueva República (de Al Saleh). Estrategias de la familia Al Saleh para dominar el futuro Yemen.” En él denunciaba como el presidente, añadiendo Al, previamente a su apellido apuntaba a aportar tintes dinásticos a su clan. Al tiempo que bautizaba con su nombre importantes centros del país: la Mezquita Al Saleh, el Hospital Al Saleh a la manera de los príncipes, sultanes y emires de los países de la región: ambicionando para su familia la continuidad en el trono republicano de Yemen con el aval de Estados Unidos y Arabia Saudí, los países que financian al estado.
La primavera árabe parece haber acabado con el sueño de Saleh de crear su propia dinastía. Queda por ver si los líderes tribales, las potencias extranjeras, y los países de la región acabarán con el sueño de los manifestantes que llevan meses en las plazas del país, de un Yemen libre de dinastías, corrupción, represión e injerencias externas.
Lucha antiterrorista, injerencia exterior y derechos humanos.
El domingo Abdorabu Mansur Hadi, vicepresidente de Saleh y jefe de estado en funciones, se reunió con el embajador estadounidense en Saná, Gerald Feierstein. La premura del encuentro, tras la que se acordó una tregua entre las fuerzas de seguridad y las fuerzas tribales da una idea del peso de EEUU en la política interna del país. El hecho de que el presidente y parte de su gobierno se encuentre en Arabia Saudí completa el cuadro de actores con los que Yemen tendrá que negociar su futuro.
Dispuesto a permitir a EEUU bombardear su propio territorio a la caza de presuntos terroristas islámicos, tolerante con la intervención de Arabia Saudí en el Norte del país atacando a los rebeldes Houthis bajo la acusación de que están financiados por Irán, Saleh no parecía interesado en proteger a su propio pueblo. Recientemente la Red Yemení de Derechos Humanos presentaba un informe en el que denunciaba los abusos, detenciones arbitrarias, desapariciones, y torturas perpetrados por las fuerzas de seguridad, EEUU y Arabia Saudí en el marco de la lucha contra el terrorismo. Unos meses atrás, un testimonio en Al Jazeera ilustraba estas prácticas bajo el paraguas de la lucha antiterrorista. Se trataba del relato de Kamal Sharif un dibujante apresado el pasado verano por realizar caricaturas críticas contra el presidente. Según Sharif, tras ser aislado y torturado las fuerzas de seguridad le dieron a elegir entre confesar que apoyaba a los shiítas Houthis o a Al Qaeda.
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