¿Hay espacio para un sindicalismo libertario alrededor del 15 M?
El mundo fordista facilitaba concentraciones obreras y emergencias sindicales. El mundo de los vínculos mercantilizados crea tribus sociales a través del consumo, deslegitima las reclamaciones colectivas de derechos sociales y dificulta que sedimenten lazos sociales entre los descontentos. La crítica sindical, por tanto, será crítica de esa corrosión de vínculos o no será. Y deberá hacerlo atendiendo a propuestas que den autonomía a quienes quieran (auto)organizarse. Cercanía en las decisiones y politización global de necesidades básicas serán elementos de nuevas formas sindicales. Pierden credibilidad aquellos sindicatos que operan sólo para trabajadores “fijos”, se encuentran al margen (personal o colectivamente) de procesos locales de lucha, y no mantienen propuestas globales de democratización desde abajo, dentro y fuera de las organizaciones.
Por todo ello, atendiendo a algunas señas de identidad del sindicalismo libertario, parece que hay espacios y razones para la mutua permeabilidad. El sindicalismo libertario y el 15 M comparten su “hipersensibilidad frente al poder” y la propuesta de construir otros mundos desde abajo. Además, el 15 M parece que estará necesitado en el futuro de resolver cuestiones sobre cómo articularse en torno a otras problemáticas y otros actores. A poco que la crítica a la democracia vaya asentándose y tomando formas (diversas), algunas corrientes señalarán directamente temas de precariedad laboral (como hoy se señalan temas de vivienda) o de situación de la población inmigrante. De la capacidad y de la generosidad que manifiesten sindicatos de matriz libertaria para apoyar el desarrollo de estas corrientes dependerá, en gran parte, que en núcleos como toma la plaza o barrios, base fundamental del “gobierno de los muchos” en el 15 M, encuentre coherente y deseable profundizar en la crítica económica y laboral.
Por otro lado, el 15 M también lanza interpelaciones a las propuestas de un sindicalismo alternativo, sea éste revolución o metamorfosis de las tradiciones más fordistas. Opino que, considerando el ascenso de estos Nuevos Movimientos Globales (internacionalistas, de mirada global a los problemas, con expresiones de democracia radical en su base), este sindicalismo libertario habría de configurarse alrededor de tres grandes frentes, de fuerte retroalimentación y solidaridad entre sí. En primer lugar, el sindicalismo laboral, propio de los lugares de trabajo donde pueden tejerse vínculos de descontento muy focalizados en torno a las condiciones laborales. El sindicalismo social, que toma el lugar de residencia como espacio viable para reconstruir vínculos entre descontentos, y que aborda la cuestión del trabajo como transversal así como localizada (empresas y relaciones económicas que se dan en el pueblo o barrio). Y por último, un sindicalismo ecopolítico, que genera organización social uniendo temas laborales con dinámicas de poder que están destruyendo la posibilidad de una vida (digna) en el mundo. Aquí hablamos de propuestas en clave antipatriarcal, con conciencia de especie (crítica medioambiental), en temas de dominación planetaria, etc.
Creo que la confluencia y el mutuo apoyo entre sindicalismo laboral, social y ecopolítico podrían ser las coordenadas del sindicalismo libertario del siglo XXI. El 15 M es, en este sentido, una oportunidad para abrirse, reaprender, volverse aparentemente paradójico, identificarse y negar la hegemonía de una identidad. Las organizaciones deberán ser complejas y emergentes, aprendiendo continuamente desde abajo, desde los márgenes, o no conectarán con las nuevas culturas políticas.
Ángel Calle Collado, CGT y editor de Democracia Radical (Icaria, 2011)
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