Traducido para Rebelión por Jorge Aldao y revisado por Caty R. |
"Era el mejor de los tiempos… era el peor de los tiempos"
Charles Dickens
La revolución neoliberal, que comenzó en los años 70, ha producido una desigualdad social jamás vista desde la Edad Dorada (1). Entre 1942 y 1978, el 10% los propietarios más acaudalados se quedaban con el 33% de la riqueza nacional. Hoy, su parte de esa riqueza nacional llega al 47 %. Y, más sorprendente aún, el 0,1% (uno por mil) de esos propietarios aumentó su participación en los ingresos nacionales del 1% en 1978 a, aproximadamente, el 5% en 2008 (2).
Las políticas que han creado esta riqueza dispar, incluyendo las privatizaciones, la desregulación y la promoción de la estabilidad macroeconómica, reciben las invectivas de sus críticos y el aplauso de sus defensores. En el discurso dominante, la economía de libre mercado y el chismorreo antigobierno son prácticamente imprescindibles. Se considera signo de virtud tener una fe mística en las propiedades milagrosas del libre mercado. Desde luego, abandonando el éter platónico, tanto progresistas como conservadores desean un poderoso sistema de regulaciones y un estado intervencionista. Los progresistas prefieren que estos instrumentos sean usados para crear una mayor igualdad, mientras que los conservadores los desean para que los ingresos vayan hacia los de arriba (4).
Los críticos de neoliberalismo han escrito innumerables ensayos que detallan las consecuencias económicas y sociales negativas asociadas a la política neoliberal (5), (6), (7). La mayoría de los progresistas están familiarizados con estas críticas y las utilizan en discusiones, blogs, artículos y libros. Lamentablemente, hay una laguna en las críticas progresistas que permite a los defensores del neoliberalismo permanecer como intachables defensores de esta creencia: porque, a excepción de la literatura especializada (8), las consecuencias psicológicas de las políticas neoliberales todavía no se han evaluado rigurosamente. Las consecuencias son simples: los neoliberales fanáticos aceptan la realidad económica, pero afirman que el aumento de las libertades, del individualismo y de la prosperidad compensan ampliamente los costos. Seguramente los obreros y los trabajadores no especializados están mucho peor que hace 30 años, pero, ¿a quién le importa? Los defensores del neoliberalismo exageran señalando los incomparables bienes de consumo que están disponibles. Concluyen relatando que su vecino de la clase obrera posee 2 teléfonos móviles y una TV de pantalla plana.
¿Pero qué sucedería si estos alegatos fueran ciertos? Si la información recogida en los últimos 40 años aportara pruebas de que los ciudadanos estadounidenses son más felices y están más sanos que nunca, se haría más difícil una condena categórica del neoliberalismo. A la inversa, si esa información proporciona pruebas de un aumento en el malestar físico y psicológico, se haría difícil pregonar que el neoliberalismo es saludable.
Las patologías del neoliberalismo
La felicidad es el significado y el propósito de la vida, todo el objetivo y el fin último de la existencia humana.
Aristóteles
Los defensores del neoliberalismo a menudo desatacan el aumento de la prosperidad, la libertad y la posibilidad de elección de los consumidores para justificar su fundamentalismo de mercado. La suposición inseparable de este argumento, hasta ahora notablemente no verificada, es que la riqueza y esas opciones del consumidor conducen, necesariamente, a la felicidad. Acudiendo a la investigación académica, es cierto que los niveles más altos de ingresos se asocian en todo el mundo a un aumento de felicidad. Por ejemplo, los investigadores han encontrado una relación entre moderada y fuerte (entre 50 y 70) entre el ingreso per cápita y el promedio de bienestar en el mundo (9). Sin embargo, una vez que el ingreso alcanza un nivel moderado (aproximadamente 10.000 dólares per cápita), los efectos de los ingresos adicionales sobre la felicidad son marginales o nulos (10), (11). Esto significa que en EE UU la felicidad ha permanecido nivelada desde el final de Segunda Guerra Mundial, mientras que el porcentaje de estadounidenses que se consideran muy felices permanece estancado desde los años 1960 (mirar el gráfico a continuación) (12), (13), (14).
Myers, D.G., & Diener, E. (1995). Who is happy? Psychological Science, 6, 10-19. p 13. Reprinted with APA permission.
Los defensores del neoliberalismo tienen razón cuando sostienen que la sensación de libertad aumenta el bienestar subjetivo. Pero están equivocados al suponer que las políticas neoliberales maximizan la percepción de libertad (15). Las políticas neoliberales aumentan la desigualdad que hace disminuir la sensación de libertad y que se encuentra relacionada con una multitud de enfermedades sociales (ver detalle más abajo). Más aún, las naciones que tienen niveles de vida más satisfactorios, Dinamarca, Holanda, Noruega y Suiza, son más igualitarias y colectivistas que los Estados Unidos (16). Esto coincide con las investigaciones que demuestran que las políticas más generosas de los estados de bienestar están asociadas con los niveles más altos de felicidad (17). Hay un par de razones por las que los países relativamente colectivistas con generosas políticas de bienestar tienden a ser más felices que los Estados Unidos. En primer lugar, en un ambiente social competitivo e híper-individualista, la ganancia se convierte en uno de los principales objetos de deseo y, en consecuencia, el individuo sobrevalora su importancia de generar bienestar y pierde de vista otros factores importantes (18). En segundo lugar, mientras la gente generalmente prefiere tener la posibilidad de elegir, hay pruebas de que demasiadas opciones son perjudiciales para el bienestar. Se ha dado a este fenómeno el feliz nombre de “la paradoja de elegir” (19). Como un ejemplo de la “paradoja de elegir”, piense en su última visita al supermercado. ¿Se sintió abrumado por los diversos dentífricos? ¿Cuál es la diferencia entre el que tiene flúor y es blanqueador y el que, teniendo flúor, protege contra la sensibilidad dental? ¿Debería usar el fluorado, el que contiene peróxido o el que contiene bicarbonato de sodio o los tres juntos? La “paradoja de elegir” ocurre porque deseamos hacer opciones racionales, pero tenemos tiempo y recursos limitados. Frecuentemente es imposible reunir suficiente información para hacer una elección óptima. De esta manera estamos saturados de bienes de consumo que proporcionan un pequeño aumento de la felicidad junto con un notable incremento de la ansiedad. En la medida que el neoliberalismo promueve el consumismo, es probable que disminuya la sensación subjetiva de bienestar.
El desequilibrio entre ricos y pobres es la más antigua y fatal de todas las enfermedades de la República
Plutarco
Desigualdad y funcionamiento psicológico
La desigualdad ha aumentado dramáticamente en la era neoliberal, hecho admitido incluso por la mayoría de sus más despreocupados defensores. Los expertos, ciegamente optimistas, argumentan que la desigualdad es irrelevante, en tanto que la sociedad se hace más rica en términos absolutos. Y también arguyen que la desigualdad es el precio a pagar por la libertad de usar las propias habilidades. La investigación científica, sin embargo, cuenta una historia drásticamente diferente. Cientos de estudios demuestran que la desigualdad es destructiva social y psicológicamente (20), (21), (22). El siguiente gráfico presenta los efectos de la desigualdad sobre una serie de indicadores sociales y psicológicos seleccionados (23), (24), (25), (26), (27).
Notas 23-27. Las flechas indican el aumento o disminución de los parámetros con la desigualdad.
Un vistazo rápido al gráfico revela que la desigualdad se asocia con una menor salud general, una menor salud mental y con una multitud de enfermedades sociales. Aún la movilidad social, un tema polémico de los aficionados neoliberales, se relaciona negativamente con la desigualdad (por ejemplo, a mayor igualdad en la sociedad, es mayor la movilidad social). Estos datos además ayudan a entender la falta de una relación entre ingresos per cápita y felicidad: No importa tanto el ingreso como su distribución relativa.
Somos los niños de en medio de la historia. Sin propósito, ni lugar. No tenemos una Gran Guerra ni una Gran Depresión. Nuestra gran guerra es una guerra espiritual… Nuestra gran depresión es nuestra vida.
El Club de la lucha
Los efectos del crecer en el neoliberalismo
La Generación X y las generaciones siguientes son, de un modo aterrador, los conejillos de Indias de la historia neoliberal. Si los defensores del neoliberalismo tuvieran razón, estas generaciones deberían haber sido bendecidas con una felicidad y una robustez psicológica no permitida a las generaciones previas. Por otra parte, si las preocupaciones de los críticos son más acertadas, deberíamos poder ver en ese grupo tendencias sociales y psicológicas no deseables. Aquí, como Mike Males ha señalado con elocuencia, debemos cuidarnos de no usar como chivos expiatorios a las próximas generaciones (28). Pero también debemos rechazar la tentación opuesta, Male se acerca peligrosamente a escribir lo que equivale a una hagiografía (29).
En el pasado, con lo único con que podíamos contar para probar las tendencias generacionales, eran las críticas de salón de los más viejos sobre los más jóvenes. Pero, desde luego, estos no eran testimonios imparciales. Por suerte, en los últimos años, Jean Twenge y sus colegas fueron pioneros en el empleo de métodos que comparan varios períodos de tiempo para evaluar las tendencias generacionales de manera rigurosa y objetiva (30), (31). Lo esencial de este método consiste en recoger resultados sobre encuestas tan hacia atrás como los datos lo permitan. Por ejemplo, podríamos recabar información –en una escala graduada- sobre la autoestima de los estudiantes universitarios desde 1976 a la fecha. Luego podríamos tomar el promedio de estudiantes de primer año, a partir de 1976, y compararlo con los estudiantes de primer año de 1977 y así, hasta los datos más recientes. La ventaja de este método es que podemos realizar todo tipo de análisis estadísticos comparando conjuntos de estudiantes universitarios y podemos cuantificar las tendencias de dichos conjuntos. Esto puede suponer un reto un poco mayor que hablar anecdóticamente, pero tiene la inequívoca ventaja de la solidez científica.
El gráfico siguiente presenta una muestra escogida de indicadores sociales y psicológicos (p. ej., las manifestaciones empíricas de nuestro concepto general de bienestar social y psicológico) así como la tendencia general, al comparar varios años. La tabla también presenta la edad de los miembros del conjunto (por ejemplo, estudiantes universitarios), los datos recogidos así como su duración (por ejemplo 1976-1993), (32), (33), (34), (35), (36), (37), (38), (39), (40), (41), (42), (43), (44).
Notas 32-44. Las flechas indican el aumento o disminución de los parámetros en el período indicado.
Hubo una disminución en el capital social desde la mitad de la década del 60 en todas las categorías de edad. Esto se manifiesta en todo, desde la decreciente asistencia de los votantes hasta las conversaciones menos frecuentes entre vecinos. Dentro de los grupos de edad de jóvenes hay una tendencia hacia el narcisismo individualista como indica el aumento, a lo largo de los años, de la autovaloración positiva, de la autoestima y de la personalidad narcisista. Es decir, la juventud de hoy tiene, en estos aspectos, puntuaciones mucho más altas que la juventud de hace 10 o 20 años. Sin embargo, aunque una autoestima alta es en general deseable, no lo es cuando ésta carece de relación con logros concretos. Cuando esto ocurre, como sucede actualmente, conduce a una ambición irracional, a la competitividad, a la defensiva, y al narcisismo. Lo mismo sucede, con mayor razón, con la autovaloración positiva. Desde luego, es deseable verse a sí mismo de manera positiva. Sin embargo, si usted cree que es la persona más inteligente, atractiva y atlética del mundo, tiene menos probabilidades de ser cooperativo y altruista.
De modo interesante, tanto el “locus externo de control” como la creencia en que el mundo es justo han aumentado desde 1970. El “locus externo de control” se refiere a la convicción de que es fundamentalmente la suerte lo que decide la propia vida. Los individuos que tienen un elevado “locus externo de control” tienden a ser cínicos ya que no creen que sus propias acciones puedan ser eficaces produciendo resultados esperados. Así, con el aumento del “locus externo de control”, lo razonable sería un descenso en el activismo continuado. La creencia en la justicia del mundo se refiere a la inclinación a creer que el mundo es esencialmente justo y que la gente obtiene lo que se merece. Los individuos con esta comprensión del mundo tienden a justificar el statu quo y culpan a los demás de sus fracasos, incluso si éstos son efectos de causas externas (por ejemplo cambios estructurales de la economía o enfermedades graves) Por lo tanto, es más probable que la juventud de hoy justifique más el statu quo y culpe más a las víctimas que la juventud de los años 70.
Tomada en conjunto, la investigación resumida en el gráfico de más arriba es condenatoria para los defensores de neoliberalismo. Hoy, la juventud sufre una ansiedad incrementada, depresión y enfermedades mentales; exhibe autovaloraciones exageradas y ha disminuido su empatía; cree que el dinero es más importante que lo que pensaban las generaciones anteriores; y con mayor probabilidad acepta el statu quo con un consentimiento cínico. Estas tendencias psicológicas se ven reflejadas en una disminución constante del capital social y en un aumento de un grosero materialismo (45).
Debemos procurar no culpar a la juventud por estas tendencias que tienen su causa en los cambios materiales y culturales y no en cambios de su propia psicología. Estas tendencias son el resultado de una cultura basada en valores materialistas y en el individualismo. En suma, son el resultado predecible de las políticas neoliberales.
Conclusión: el Neoliberalismo es un riesgo para la salud pública
Ellos crearon la desolación y la llaman paz
Tácito
La evidencia presentada más arriba, tomada en conjunto, es aplastante y lleva a una sola conclusión. Las políticas neoliberales son un riesgo para la salud pública. De manera parecida a los cigarrillos, la propaganda neoliberal debería venir con una advertencia de las autoridades sanitarias: “El neoliberalismo puede causar depresión, ansiedad, cinismo, y ha sido vinculado a la disminución del capital social”. Los críticos progresistas del neoliberalismo deberían usar estas conclusiones en blogs, artículos y conversaciones. Es difícil creer que la mayoría de los estadounidenses toleraría las políticas neoliberales si fuera consciente de las consecuencias.
Es de esperar que estas pruebas llenen las lagunas planteadas al comienzo. No hay ninguna razón para que ignoremos la psicología cuando debatimos sobre políticas sociales. De hecho, es a través de los efectos de estas políticas sobre la gente de carne y hueso que las criticamos. Los progresistas, por épocas, han desconfiado de la psicología. Lamentablemente, los defensores del neoliberalismo la han usado en su provecho. Y mientras ellos hablaban pomposamente acerca de las supuestas virtudes del libre mercado y de la posibilidad de elección de los consumidores, los progresistas, en su mayoría, replicaban con frías estadísticas acerca de la desigualdad y el desempleo. No es difícil comprender qué argumentos impactaban más en el ciudadano promedio. En cambio, provistos con datos de la psicología, los progresistas pueden argumentar con conmovedoras descripciones del creciente malestar psicológico.
Mientras no tengamos ninguna sabiduría especial para aconsejar a los activistas, es importante tener presente que el neoliberalismo no está escrito en los astros: Hay alternativas.
Notas:
(1) Saez, E., & Picketty, T. (1998). Income inequality in the United States, 1913-1998. Quarterly Journal of Economics , 118, 1-39.
(2) Saez, E. (July 17, 2010). Striking it richer: The evolution of top incomes in the United States (updated with 2008 estimates).
(3) Bo Winegard (March 31, 2011). Synecdoche Wisconsin: Neoliberalism and Economic Inequities in America. Dissident Voice .
(4) Baker, D. (2006). The conservative nanny state: How the wealthy use the government to stay rich and get richer.
(5) Harvey, D. (2005). A brief history of neoliberalism . New York: Oxford.
(6) Chomsky, N. (1999). Profit over people: Neoliberalism and global order . New York: Seven Stories Press.
(7) Dumenil, G., & Levy, D. (2011). The crisis of neoliberalism . Cambridge, MA: Harvard University Press.
(8) Kasser, T., Cohn, S., Kanner, A.D., & Ryan, R.M. (2007). Some costs of American Corporate Capitalism: A psychological exploration of value and goal conflicts. Psychological Inquiry , 18, 1-22.
(9) Diener, E., & Biswas-Diener, R. (2002). Will money increase subjective well-being? A literature review and guide to needed research. Social Indicators Research , 57, 119-169.
(10) Frey, B.S., & Stutzer, A. (2002). Happiness and economics: How the economy and institutions affect human well-being . Princeton, NJ: Princeton University Press.
(11) Helliwell, J.F. (2003). How’s life? Combining individual and national variables to explain subjective well-being. Economic Modelling , 20, 331
(12) Easterlin, R.A. (1995). Will raising the incomes of all increase the happiness of all? Journal of Economic Behavior and Organization , 27, 35-47.
(13) Diener, E., & Seligman, M.E.P. (2004). Beyond money: Toward an economy of well-being. Psychological Science in the Public Interest , 5, 1-31.
(14) Myers, D.G., & Diener, E. (1995). Who is happy? Psychological Science , 6, 10-19.
(15) Inglehart, R., Foa, R., Peterson, C., & Welzel, C. (2008). Development, freedom, and rising happiness: A global perspective (1981-2007). Perspectives on Psychological Science , 3, 264-285.
(16) Diener, E., & Biswas-Diener, R. (2008). Happiness: Unlocking the mysteries of psychological wealth . Malden, MA: Blackwell.
(17) Pacek, A., & Radcliff, B. (2008). Assessing the welfare state: The politics of happiness. Perspectives on Politics , 6, 267-277.
(18) Kahneman, D., Krueger, A.B., Schkade, D., Schwartz, N., & Stone, A.A. (2006). Would you be happier if you were richer? A focusing illusion. Science , 312, 1908-1910.
(19) Schwartz, B. (2003). The paradox of choice: Why more is less. New York: Ecco.
(20) Sapolsky, R.M. (2005). The influence of social hierarchy on primate health. Science , 308, 648-652.
(21) Wilkinson, R.G., & Picket, K.E. (2006). Income inequality and population health: A review and explanation of the evidence. Social Science & Medicine , 62, 1768-1784.
(22) There is a wealth of information and documentation supporting specific claims about the effects of inequality at The Equality Trust , a nonprofit group.
(23) Kondo, N., Sembajwe, G., Kawachi, I., van Dam, R.M, Subramanian, S.V., & Yamagata, Z. (2009). Income inequality, mortality, and self rated health: Meta-analysis of multilevel studies. British Medical Journal , 339, b4471.
(24) Pickett, K.E., James, O.W., & Wilkinson, R.G. (2006). Income inequality and the prevalence of mental illness: A preliminary international analysis. Journal of Epidemiology and Community Health , 60, 646-647.
(25) Picket, K.E., & Wilkinson, R.G. (2010). Inequality: An under acknowledged source of mental illness and stress. British Journal of Psychiatry , 197, 426-428.
(26) Wilkinson, R., & Pickett, K.E. (2009). The spirit level: Why more equal societies almost always do better . New York: Penguin.
(27) Daly, M., Wilson, M., & Vasdev, S. (2001). Income inequality and homicide rates in Canada and the United States. Canadian Journal of Criminology , 43, 219-236.
(28) Males, M.A. (1996). The scapegoat generation: America’s war on adolescents. Monroe, ME: Common Courage Press.
(29) Mike Males (April 26, 2001). The True “Greatest Generation” of Our Time: X. Los Angeles Times .
(30) Twenge, J.M. (2006). Generation me: Why today’s young Americans are more confident, assertive, entitled—and more miserable than ever before . New York: Free Press.
(31) Twenge, J.M., & Campbell, W.K. (2009). The narcissism epidemic: Living in the age of entitlement . New York: Free Press.
(32) Putnam, R. D. (2000). Bowling alone: The collapse and revival of American community. New York: Simon & Schuster.
(33) Twenge, J.M., & Campbell, W.K. (2008). Increases in positive self-views among high school students: Birth cohort changes in anticipated performance, self-satisfaction, self-liking, and self-competence. Psychological Science , 19, 1082-1086.
(34) Reynolds, J., Stewart, M., MacDonald, R., & Sischo, L. (2006). Have adolescents become too ambitious? High school seniors’ educational and occupational plans, 1976-2000. Social Problems , 53, 186-206.
(35) Twenge, J.M., Konrath, S., Foster, J.D., Campbell, W.K., & Bushman, B.J. (2008). Egos inflating over time: A cross temporal meta-analysis of the Narcissistic Personality Inventory. Journal of Personality , 76, 875-901.
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(37) Twenge, J.M., Zhang, L., Im, C. (2004). It’s beyond my control: A cross-temporal meta-analysis of increasing locus of control, 1960-2002. Personality and Social Psychology Review , 8, 308-319.
(38) Gentile, B., Twenge, J.M., & Campbell, W.K. (2010). Birth cohort differences in self-esteem, 1988-2008: A cross-temporal meta-analysis. Review of General Psychology , 14, 261-268.
(39) Twenge, J.M., & Campbell, W.K. (2001). Age and birth cohort differences in self-esteem: A cross-temporal meta-analysis. Personality and Social Psychology Review , 5, 321-344.
(40) Twenge, J.M. (2000). The age of anxiety? Birth cohort change in anxiety and neuroticism, 1952-1993. Journal of Personality and Social Psychology , 79, 1007-1021.
(41) Twenge, J.M., Gentile, B., DeWall, C.N., Ma, D., Lacefield, K., Schurtz, D.R. (2010). Birth cohort increases in psychopathology among young Americans, 1938-2007: A cross-temporal meta-analysis of the MMPI. Clinical Psychology Review, 30, 145-154.
(42) Konrath, S.H., O’brien, E.H., & Hsing, C. (2011). Changes in dispositional empathy in American college students over time: A meta-analysis. Personality and Social Psychology Review , 15, 180-198.
(43) Malahy, L.W., Rubinlicht, M.A., & Kaiser, C.R. (2009). Justifying inequality: A cross-temporal investigation of U.S. income disparities and just-world beliefs from 1973 to 2006. Social Justice Research , 22, 369-383.
(44) Twenge, J.M., & Campbell, W.K. (2010). Birth cohort differences in the monitoring the future dataset and elsewhere: Further evidence for Generation Me: Commentary on Trzesniewski & Donnellan. Perspectives on Psychological Science, 5, 81-88.
(45) Astin, A.W. (1998). The changing American college student: Thirty-year trends, 1966-1996. The Review of Higher Education , 21, 115-135.
Ben Winegard es un estudiante graduado que investiga la psicología evolutiva y del desarrollo en la Universidad de Missouri. Ha publicado artículos revisados por colegas sobre fanatismo deportivo y la insatisfacción en el cuerpo femenino. También está interesado en las políticas radicales y el activismo. Se puede contactar con él en: Bmw8vb@mail.missouri.edu.
Cortne Jai Winegard tiene un máster en desarrollo de comunidad y planificación urbana. Su actividad transcurre en Columbia, Missouri, área donde promueve la vida simple y circular en bicicleta. No posee un automóvil y está orgullosa de ello.
También está interesada en la política radical y el activismo. Se puede contactar con ella en: QiQiJai@yahoo.com. Lea otros artículos de Ben Winegard and Cortne Jai Winegard.
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