El marcado carácter pacífico de las movilizaciones, las propuesta “light”, clarísimamente reformistas e insuficientes, la proximidad de unas elecciones en las que una vez más se pronostica un alto grado de abstención, la complicidad por parte del propio sistema con políticos, sindicatos, empresarios y medios alabando las “honestas protestas de ciudadanos jóvenes sin futuro”... Todo ello es tremendamente sospechoso. Más aún cuando, a la vez que ocurre esto, se realiza una amplia campaña en contra de la abstención, se criminalizan a los movimientos sociales tachándoles de “antisistema” y “violentos”.
Paralelamente a la campaña de “democracia real ya”, otras proclamas del tipo “no les votes” han cobrado importancia. En teoría, se trata de mostrar tu rechazo al sistema bipartidista votando a partidos minoritarios, pero en realidad, lo que se fomenta es el voto, sin más, ya que votes a quien votes, favoreces siempre al sistema parlamentario, del cual dos partidos son los que más se benefician. Y qué más da cuáles sean.
Curiosamente, se promociona el voto a partidos minoritarios, las protestas pacíficas y reformistas, el comportamiento cívico y la espontaneidad como una forma de luchar buena y honesta, es rebeldía “sana”. Y esto nos lo dicen los medios, los políticos e incluso los empresarios. Por el contrario, una lucha de base, en una organización revolucionaria, que busque el enfrentamiento y persiga un verdadero cambio social, eso, según ellos, es propio de “violentos antisistemas”.
No conocemos las intenciones que movieron a los fundadores de la plataforma a comenzar su campaña. Pero si desde luego de verdad querían dejar de ser mercancía en manos de políticos y banqueros, están consiguiendo lo contrario. Su política de ser “niños buenos” condena a la represión a todos aquellos que entendemos que el sistema no se cambia sino mediante el enfrentamiento con aquellos otros que defienden unos privilegios que a nosotros nos condenan a la miseria. Nosotros defendemos que el sistema parlamentario, a la vez que el capitalismo, no pueden ser más humanos, pues sus objetivos son controlar, explotar y enriquecerse.
Resulta demasiado sospechoso que siempre ante unas elecciones donde el clima social es de crispación, hagan acto de presencia determinados acontecimientos donde se disipa esa frustración. Ahí están las manifestaciones contra la guerra de Iraq, tremendamente manipuladas (¿dónde están hoy los millones de manifestantes para protestar contra la guerra en Libia?). También recordamos la permisividad para legalizar actos neonazis en barrios obreros y combativos, de tal manera que la “democracia” salía reforzada al manipular la resistencia antifascista tachándola de violencia antisistema. Parece ser que se da esa casualidad, y que curiosamente el único que gana con estas cuestiones es siempre el propio sistema.
Con esto no queremos decir que no haya que salir a la calle, que no haya que protestar contra las guerras. Lo que decimos es que hay que tener en cuenta que lo que vivimos no es una “mala gestión” de los políticos, o una demasiada permisividad con los banqueros. Lo que vivimos es una guerra social, en la que un bando, el de los trabajadores, parados, estudiantes, marginados, etc es continuamente aplastado y vapuleado por el enemigo. Y el enemigo son los políticos, los banqueros, los empresarios, los jueces y policías que los defienden, los militares que les hacen el trabajo sucio... Y como es una guerra, dentro de nuestras propias fronteras, no se le puede hacer frente sencillamente “saliendo a la calle” de una forma ordenada, cívica y obediente.
Paralelamente a la campaña de “democracia real ya”, otras proclamas del tipo “no les votes” han cobrado importancia. En teoría, se trata de mostrar tu rechazo al sistema bipartidista votando a partidos minoritarios, pero en realidad, lo que se fomenta es el voto, sin más, ya que votes a quien votes, favoreces siempre al sistema parlamentario, del cual dos partidos son los que más se benefician. Y qué más da cuáles sean.
Curiosamente, se promociona el voto a partidos minoritarios, las protestas pacíficas y reformistas, el comportamiento cívico y la espontaneidad como una forma de luchar buena y honesta, es rebeldía “sana”. Y esto nos lo dicen los medios, los políticos e incluso los empresarios. Por el contrario, una lucha de base, en una organización revolucionaria, que busque el enfrentamiento y persiga un verdadero cambio social, eso, según ellos, es propio de “violentos antisistemas”.
No conocemos las intenciones que movieron a los fundadores de la plataforma a comenzar su campaña. Pero si desde luego de verdad querían dejar de ser mercancía en manos de políticos y banqueros, están consiguiendo lo contrario. Su política de ser “niños buenos” condena a la represión a todos aquellos que entendemos que el sistema no se cambia sino mediante el enfrentamiento con aquellos otros que defienden unos privilegios que a nosotros nos condenan a la miseria. Nosotros defendemos que el sistema parlamentario, a la vez que el capitalismo, no pueden ser más humanos, pues sus objetivos son controlar, explotar y enriquecerse.
Resulta demasiado sospechoso que siempre ante unas elecciones donde el clima social es de crispación, hagan acto de presencia determinados acontecimientos donde se disipa esa frustración. Ahí están las manifestaciones contra la guerra de Iraq, tremendamente manipuladas (¿dónde están hoy los millones de manifestantes para protestar contra la guerra en Libia?). También recordamos la permisividad para legalizar actos neonazis en barrios obreros y combativos, de tal manera que la “democracia” salía reforzada al manipular la resistencia antifascista tachándola de violencia antisistema. Parece ser que se da esa casualidad, y que curiosamente el único que gana con estas cuestiones es siempre el propio sistema.
Con esto no queremos decir que no haya que salir a la calle, que no haya que protestar contra las guerras. Lo que decimos es que hay que tener en cuenta que lo que vivimos no es una “mala gestión” de los políticos, o una demasiada permisividad con los banqueros. Lo que vivimos es una guerra social, en la que un bando, el de los trabajadores, parados, estudiantes, marginados, etc es continuamente aplastado y vapuleado por el enemigo. Y el enemigo son los políticos, los banqueros, los empresarios, los jueces y policías que los defienden, los militares que les hacen el trabajo sucio... Y como es una guerra, dentro de nuestras propias fronteras, no se le puede hacer frente sencillamente “saliendo a la calle” de una forma ordenada, cívica y obediente.
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