lunes, 13 de junio de 2011

Guerra psicológica para la represión del movimiento de lxs indignadxs

Introducción.
Las movilizaciones en torno al 15 M suponen ya un grave peligro para el sistema. La noche del 20 de mayo, miles de personas en todo el país desobedecieron colectiva, explícita y conscientemente una orden pública, clara y directa de la autoridad: la prohibición de manifestarse en la jornada de reflexión previa a las elecciones municipales. Y en el momento de la desobediencia, pese a tan manifiesto desafío, la autoridad no se atrevió ni a hacer cumplir su orden, ni a implementar las consecuencias que debe implicar la desobediencia a una orden de la autoridad. El gobierno, en tanto que tal, hizo sus cálculos de gobierno, y los resultados le debieron mostrar que ante la oportunidad, cualidad, magnitud y extensión del desafío intentar que su orden se cumpliera de facto le podía traer peores consecuencias.
En ese momento, el conflicto dio un significativo salto cualitativo. La ecuación general de gobierno había cambiado sustancialmente. Ante los ojos de todo el mundo que quiso verlo, se había cuestionado la misma base de la relación de poder. La crisis no era ya del gobierno en turno, sino degubernamentalidad: con la desobediencia se puso en evidencia la (in)capacidad del sistema para, en un momento decisivo, conducir la conducta de la
población, es decir, para gobernar a la población.


Obviamente, ante tal situación, los poderes del sistema hegemónico no se van a quedar de brazos cruzados. No pueden permitir semejantes cuestionamientos. Un precedente tal, por incipiente que pueda ser, contiene un potencial demasiado peligroso para el mantenimiento de la relación de poder, semillas que podrían crecer, reproducirse y extenderse con facilidad en el ambiente favorable de un medio caracterizado por una crisis tan intensa y extensa como esta en que nos encontramos inmersos y que motiva y legitima el movimiento de lxs indignadxs.
El poder hegemónico buscará construir, tan pronto como le sea posible, las condiciones y la situación necesarias para acabar con el desafío a su capacidad de conducir las conductas. Reconstruidos los cálculos de gobierno, pondrá en marcha su estrategia para la re-conducción funcional al sistema de las conductas de la población.
En su estrategia, utilizará numerosos y diversos mecanismos y dispositivos. Unas veces actuará bajo un plan minuciosamente preparado; otras veces intentará desatar sinergias o modificar el medio en que se desarrollan las diversas actuaciones. La ofensiva de la hegemonía incluirá la dimensión material de la represión, pero también dimensiones inmateriales, psicosociales. Para alcanzar sus objetivos, debe considerar necesariamente los componentes de ambas dimensiones y de manera entrelazada.
La dimensión material de la represión se evidencia muy claramente con la violencia policial y su impunidad. Hay que desalojar la plaza: se trata de controlar el lugar central del territorio, la circulación por el mismo, la conducta material de esa población díscola y la expuesta visibilidad de todo ello.
Y todo eso, habrá que hacerlo con apariencia de sentido común, de razón, de justicia, de legalidad, de necesidad, de opinión mayoritaria, de democracia... En definitiva, de legitimidad.
Aquí entra en escena la dimensión inmaterial-psicosocial: percepciones, representaciones, composiciones, análisis y significados de la realidad; informaciones, comunicaciones, afectos, identidades, voluntades, decisiones… Todos estos factores se ponen en juego complejo, interrelacionándose, causándose mutuamente, retroalimentándose… El resultado, en tanto que interacción compleja, con altas dosis de impredictibilidad…
Esta dimensión inmaterial de la represión se hace a veces más difícil de visualizar. Por ello, vamos a hablar a continuacion de algunos de esos mecanismos de las dimensiones inmateriales y vamos a ver cómo se han implementado en estos días. Se trata de conocer los mecanismos de la represión para poder afrontarlos mejor.
Conclusiones provisionales.
Hasta el momento, las operaciones de desalojo y restauración de la gubernamentalidad están fracasando estrepitosamente ante los ojos de todo el mundo. A cada orden directa de la autoridad, le ha correspondido más desobediencia de más gente, con más determinación y en mayor profundidad. Esa desobediencia se ha dado porque en cada acción represiva, ha quedado más en evidencia la brutalidad de la violencia gubernamental y su ilegitimidad. Como resultado, se ha profundizado la crisis de gubernamentalidad y el movimiento de lxs indignadxs ha salido fortalecido.
La articulación de las dimensiones materiales e inmateriales de las acciones que están intentando los agentes del poder hegemónico está resultando misión imposible. No hay posible coherencia entre su hacer antidemocrático y su decir de apariencia formal democrática.
Por un lado, la materialidad de la incompetencia, incongruencia, desproporción e ilegitimidad de su proceder violento ha sido tan ingente que ha quedado inexorablemente evidente ante los ojos de lxs gobernadxs y de la sociedad nacional e internacional.
Por otro lado, sus intentos de presentar y significar los hechos se han mostrado como elementalmente toscos.
Lejos de rectificar, atrapados en un narcisismo herido y ardido ante la extensa exposición de su incompetencia gubernamental antidemocrática, los agentes del poder hegemónico se enrocaron en insostenibles discursos de composición de la realidad. Ahí siguien, insistiendo, al borde del psicoticismo, en que la actuación de tal dispositivo de seguridad fue “correcta” y que la de tal otro fue “impecable”. De momento, sólo pueden crear esa realidad regirando el lenguaje…Con su lenguaje componen realidades inversas que anuncian mayores escaladas represivas. El sindicato de Mossos d’Esquadra de Comisiones Obreras se queja de que “se respeta muy poco a la policía” y que las agresiones a policías “salen gratis”. El que fuera primer director general de seguridad ciudadana, el encargado en los años ochenta de poner en marcha “la nueva policía de Catalunya”, los Mossos, y presidente del Centre d’Estudis Estratègics de Catalunya, declara a la prensa que “la policía comienza a cansarse de pagar los problemas creados por los políticos”…
Pero pese a sus notorios fracasos iniciales, también es posible que en alguna medida, algunos de sus objetivos sí hayan alcanzado. Tal vez hayan conseguido que en algunos sectores sociales se haya dado una cierta desviación temporal del foco del debate, de cuál es la realidad significativa, de cuál es el marco del conflicto. En algunos sectores de circulación de información, el debate parece más situado en la actuación del dispositivo de seguridad gubernamental, que en el cuestionamiento del injusto sistema político y económico. Se ha ido instalando una visión de la realidad en donde se simplifica, localiza, reduce y achica el conflicto. Los medios de comunicación vuelven a la “normalidad”, las acampadas ya no son tan noticia, ni tan de portada. Obviamente, confluyen en esto otros muchos factores que van más allá de este análisis.
El conflicto va a ser para largo. Quieren seguir gobernando. Pero no hay vuelta atrás: más allá de hasta cuándo sigan las acampadas sigan, la ecuación de gubernamentalidad cambió.
Desde los inicios de ese cambio, la escalada represiva ha ido subiendo en intensidad, así como los intentos por justificarla y legitimarla. Es de prever por tanto, que la acción gubernamental de represión, inducción y conducción de conductas va a intensificarse, tanto en las dimensiones materiales como inmateriales.
Desde la hegemonía del poder, van a profundizar en la implementación de dispositivos y mecanismos de acción psicosocial para promover unas relaciones sociales basadas en la violencia, la mentira institucional, y la polarización social que resulten funcionales a sus objetivos de gubernamentalidad.
El “conseller” de Interior Puig, responsable político de la actuación de los Mossos d’Esquadra en el desalojo de Pça. Catalunya el 27-M, comparece en sede parlamentaria. Sus alarmantes declaraciones merecen un posterior y más detallado análisis. Pero se hace necesario destacar cuando menos algunas de las declaraciones más significativas por su amenazante potencialidad: que no valoraron suficientemente el nivel de agresividad y violencia de los acampados; que se han exaltado numerosas mentiras sobre la actuación policial; que a la policía se le obedece; que estudiarán mecanismos preventivos contra los violentos; que quien insulte a la policía o impida su acción no saldrá “indemne”. Atención, no “impune”, es decir, sin castigo; sino “indemne”, sin daño…
Van a perseverar en su misión, y para ello, extensificarán e intensificarán lo que ya podríamos empezar a denominar como su estrategia de “guerra psicológica” .
Son muchos más que los referidos en este escrito los mecanismos psicosociales que se ponen en movimento en un conflicto como este. Al respecto, mucho se está haciendo muy bien desde la razón de la indignación, desde el movimiento de lxs indignadxs, precisamente por la fuerza y legitimidad del movimiento, de sus razones, métodos y propuestas. En ese empeño, será necesario seguir desvelando el proceder gubernamental en la dimensión inmaterial. Conocer los mecanismos de la represión para poder afrontarlos mejor.
Rubén Benedicto, Junio 2011
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