Ante el abismo de la crisis, la pregunta es ¿a qué nos vamos a dedicar? La agricultura se ha reducido a golpe de Política Agraria Común, excepto los espacios súper-productivos de fertilizantes y mano de obra esclava. La industria va a menos desde las reconversiones de los ochenta, y competir con países de bajos salarios, menos impuestos y nula política medioambiental parece imposible. La construcción se ha demostrado insostenible. La prometida sociedad del conocimiento alcanza a unos pocos trabajadores en sectores específicos. El empleo de mierda generado en la última década en el sector servicios escasea. Las plazas públicas se han precarizado con la interinidad, los funcionarios han visto reducidos sus sueldos y han sido convertidos en chivos expiatorios, como si fueran los culpables de la crisis.
Otros sinsentidos se presentan en el horizonte. Las empresas siguen teniendo beneficios y los ricos son cada vez más ricos. Mientras tanto, todos y todas cotidianamente realizamos trabajos, que sin salario, contribuyen a generar sociedad y recursos. Sin grandes razonamientos, podemos deducir: uno, que las empresas se aprovechan de todo lo que producimos como sociedad sin aportar nada a cambio; dos, que para que la sociedad se reproduzca son necesarias más labores de las que se reconocen como empleo y que no reciben compensación salarial.
Los beneficios empresariales en los países “occidentales” se han basado en las últimas décadas, no en la producción de bienes, sino en la compra-venta de títulos bursátiles. En España, principalmente relacionados con el negocio inmobiliario. Al mismo tiempo, el endeudamiento de las familias mantenía el consumo ante la caída de los salarios. Esfumado el boom de la construcción y la posibilidad de endeudamiento, los rentista siguen obteniendo beneficios de la especulación de los títulos bursátiles y los “grandes empresarios” miran con avaricia hacia el negocio de las pensiones y los servicios públicos. En los años treinta, después de la crisis del 29, se promulgaron leyes para controlar los monopolios, los conglomerados y las finanzas. Por el bien común. En la actual crisis, mientras la mayor parte de la economía está en manos de unos pocos, que ni siquiera producen bienes y servicios, y además chantajean a las sociedades desde su posición de rentistas, la gran mayoría nos seguimos preguntando “¿qué empleo de mierda vamos a tener?”
La obtención de beneficios empresariales en los países “occidentales” también se ha basado en una enorme cantidad de trabajo no pagado y en la destrucción del medio ambiente. El caso paradigmático son las mujeres que dedican gran parte de su tiempo a mantener física y emocionalmente a sus allegados. Por no hablar de los inmigrantes, a merced de la explotación más salvaje por el chantaje que suponen las leyes de extranjería, que les niegan o condicionan sus derechos de ciudadanía; y el medio ambiente, recursos insustituibles tasados por los pudientes en los mercados bursátiles, malgastados o devastados para el lucro de unos pocos.
El conocimiento es hoy, un importante factor de producción de riqueza social y por ello un elemento fundamental para la extracción de beneficios empresariales, por ejemplo mediante el aprovechamiento de ideas colectivas hechas marca. Los estudiantes trabajan gratis cuando amplían el conocimiento disponible, ya sea socializándolo de manera informal, mediante su labor en empleos ocultos llamados becas, o formándose para un empleo posterior en el que utilizarán competencias que beneficiarán a la empresa a coste cero. La sociedad entera, como espacio interconectado de manera difusa, es un lugar de formación, de distribución de información y de creación. Como parte de la sociedad, aprendemos habilidades que utilizamos en los puestos de trabajo, capacidades obtenidas a través del medio social de cada individuo. Y de forma directa, las modas, tendencias y “sugerencias del consumidor” son incluidas en los procesos productivos sin que medie ni un euro: crear algo, comprar algo, es conducir la producción para la obtención de beneficios.
Si la industria está bajo mínimos es por determinadas políticas de las que no somos responsables. Si es necesario recuperar la agricultura, tendremos que fomentar modelos que ya están en marcha. Si tenemos escasa proyección en tecnología punta no es para suicidarse, porque esto no es determinante. Lo central es la cooperación social, el elemento que genera riqueza. Sin la cooperación no tendríamos capacidad para cuidar, para aprender, para inventar, para producir, etc. Si dejamos de trabajar, de consumir o de comunicarnos en Internet, es decir, de cooperar, todo se para. Sin nosotros y nosotras no se mueve el mundo. Si el capitalismo ha colonizado nuestras vidas, es nuestra vida la que tenemos que recuperar. En el momento con más riqueza de la historia nos dicen que nos apretemos el cinturón ¡Venga ya! Hoy es posible y necesario que todo el mundo tenga unas dignas condiciones de vida garantizadas.
Todos y todas generamos la riqueza. A por el gran reparto.
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