lunes, 20 de junio de 2011

Lo llaman revolución y no lo es... (opinión sobre el movimiento del 15-M)

Esta es una muy interesante opinión que si bien no comparto, con respecto a que según mi manera de ver las cosas, positiva/ista, encuentro un comienzo de revolución social, oprimido y absorbido por el auge neo-liberalista y sus consecuencias en todos los medios, tanto de información como de trabajo, como también las formas de comunicarse y relacionarse, etc. y como consecuencia de nuestra adaptación natural al entorno tenemos un cambio de la sociedad entera, una contra-revolución luego de los comienzos de una revolución social en 1930, que sumado a una deseducación de varias generaciones con las formas de control social ya conocidas como la droga, los medios de desinformación y la falta de interés en la política por consecuencia de una estructura podrida, monótona, reformista e intocable, tenemos una sociedad lista para el populismo. La única manera de combatirlo es re-educandonos, a nosotrxs mismxs y aprender de la experiencia.
Si podemos demostrar a la sociedad que es posible vivir de otra forma, es el primer paso, la autonomía, al cual debemos recurrir. En la cual se aprendan de los errores pero en participación directa con la sociedad y para demostrárselo y demostrárnoslo con el ejemplo. 


Oigo gritos por las calles de Madrid: ¡menos policía y más educación!



Revoluciones políticas son esas que cambian los regímenes políticos. Revoluciones sociales, son aquellas que transforman las estructuras sociales. La revolución inglesa de 1688/89 fue una revolución política. La revolución francesa de 1789 fue una revolución social (además de política). Si el 15-M consiguiera tumbar la Monarquía, cosa muy improbable, se habría convertido en una revolución política. Pero no será una revolución social hasta que no altere profundamente la estructura social y sus relaciones.
Si analizamos las "reivindicaciones" de este movimiento -esto es, sus peticiones al Señor- estas no van mucho más allá de la solicitud de ciertas reformas electorales, de mantenimiento de servicios públicos, de castigo contra la corrupción y de control de la rapiña financiera, al menos por el momento (porque este no sería el primer movimiento en radicalizar sus propuestas). En el mejor de los casos, algunos llegan a cuestionarse la Monarquía, pero en ninguno la propia existencia del Capitalismo, de la Banca, del Trabajo alienado, de la Sociedad de Consumo, de la lógica de crecimiento, del Estado, de "España" etc etc etc. Como vemos, las suyas son, basicamente, propuestas de reforma, y sólo en algún caso, y creo que no de forma abanicada por las manos de las plazas, llegan a algún planteamiento de "revolución política". ¿Por qué pretenden presentarse como una revolución si no lo es?
Ni aquella es Democracia, ni esta revolución: aquí nada es lo que se dice ser. Nada es lo que parece, y menos aún lo que pretende ser. En la "era del vacío", en la orgía de las apariencias, lo importante no es el contenido, no es la conciencia. Lo realmente importante es el espectáculo, el vestido, el cuerpo, la parafernalia.
Los indignados se sienten "protagonistas" de una "revolución pacífica". Nadie se apuntaría si esta no fuera una "revolución espectacular". (Muchos estamos cansados de estar media docena en la plaza denunciando, dramatizando, expresando, "ladrando nuestro resentimiento" sin televisiones ni redes sociales, ante la indiferencia de las masas: ese no  es un proyecto seductor, porque es un fracaso asegurado; sin embargo este no, el 15-M "hará historia", y lo hará porque tristemente lo es desde su inicio).
Es esta la condición emocional básica del movimiento y lo que arrastra a las masas hacia él, lo que las mueve: "Yo" estuve allí, en el centro de la revolución, en la "zona cero" de la revolución. "Yo" la protagonicé. Y efectivamente todo el ritual es "revolucionario": asambleas, pancartas, concentraciones, manifiestos... ¿Quien puede negarlo?
Pero escarbamos un poco, y al analizar el núcleo programático del movimiento sólo encontramos aquellas reivindicaciones que pueblan el escaparate y las ofertas de saldo del Sistema; nos encontramos al "pueblo" reclamando su opresión, "luchando" por sus cadenas: pisos (encarnación urbanística de la barbarie capitalista), Trabajo, Democracia...
Incluso diría más, sin miedo: nos encontramos a los acampados casi haciendo el ridículo de organizar lo inorganizable: la sociedad y la política de masas. De intentar organizar el monstruo sin haberse parado a pensar en su origen y en la razón de su existencia... Y claro, van surgiendo así esas apestosas "burocracias de plaza" pretendidamente revolucionaria que aburren sólo a los 10 minutos de estar ahí: "comisión de coordinación interna", "comisión de relaciones exteriores" etc etc El Estado está en ellos y los mueve a ellos antes de que hayan decidido mover el primer dedo.
¿Qué es lo que pasa aquí? ¿Qué está pasando? Pues que como de costumbre, nos la han metido doblada. Porque antes, mucho antes, de las porras de la Plaza de Catalunya ya habían hecho su trabajo la Familia, la Escuela y la Televisión. Primero nos han constituído como individuos . Después han instalado en cada "individuo" un programa ideológico "homologado", un "software" bien actualizado. Y una vez realizado este proceso: "la máquina anda sola". Cada individuo, así constituído, bien educado, se convierte en un agente del Sistema, pasa a ser en sus expectativas, en sus "deseos", en sus planes y planificaciones, en sus coordenadas de vida y pensamiento, en sus falaces identidades, en su "conciencia" en suma,  esencialmente reaccionario.
Y así, gracias a esta mágica ingeniería social, al creernos estar haciendo "nuestra revolución", estamos en realidad cumpliendo bien su agenda, reclamando las reformas que, antes o después del ritual, Ellos tienen para nosotros.
Evidentemente, el 15-M nos confirma a muchos lo que ya sabíamos: que no hay revolución social posible sin una transformación previa de la conciencia. No podremos emanciparnos hasta que no nos cuestionemos SIN MIEDO (sin miedo al estigma, al rechazo, a la criminalización...), quiénes somos realmente y cuál es la vida que queremos y podemos vivir. No podrá nacer nada realmente original y nuevo mientras no muera definitivamente el individuo esclavo. Mientras no muera el "Yo".
Muchas veces se ha comparado el 15-M con Mayo del 68, y esta me parece una comparación inoportuna. Muchas y radicales son sus diferencias, en desarrollo tecnológico, en  métodos de lucha, en aspiraciones y objetivos, en espíritu... Pero hay una muy clara e ilustrativa que sobresale: en el 68 se aspiraba a cambiar el mundo, a abolir el Sistema; en el 15-M eso no está en la agenda, al menos de forma explícita, sólo se aspira a "realizar la democracia". Y  el enemigo parece situarse, desde las primeras asambleas, casi más dentro que fuera del movimiento: parece ser que en la mayoría de las plazas todo eran llamados a la sensatez, al orden, a la calma, a una indignación sosegada, que no utilizara un tono demasiado agresivo, demasiado violento... El enemigo no es el Sistema, el enemigo son los "anti-sistema" que se nos puedan colar y con los que nos pueden confundir.
Todo esto recuerda una cita de Josep Fontana a propósito de "La Gloriosa" española, esa revolución de diseño que en 1869,  instrumentalizando el malestar social tras la crisis de los sesenta,  las élites dominantes dirigieron y acabaron también por conseguir colocar en nuestros manuales de Historia como una  gloriosa patraña, como una más de las mentiras con las que construímos nuestra memoria (como probablemente ocurra con el 15-M, que es ya mentira revolucionaria antes que revolución). En aquel entonces, en 1869, acuciada por el descenso de los beneficios de sus compañías ferroviarias, la burguesía española forzó un cambio de régimen, en lo formal, una "revolución política", que de paso conjuraba el peligro de una revolución social justo cuando el movimiento obrero alcanzaba escala internacional. A ese respecto, Fontana se planteaba: "Curioso destino el de esta revolución que desde sus primeros pasos, sólo parece tener enemigos a la izquierda". [1]
Quizá una base de hartazgo visceral, un caldo de ingenuidad política y algo de miedo individual, conjugado todo ello con la necesidad de seducción masiva (esto es, con la "necesidad" de "merchandising militante"), resuman bien lo que tenemos delante: una rabia  disfrazada de revolución espectacular e "histórica", pero ya con el pacto reformista peparado en su mano y dispuesto para la firma. Una rabia atrapada en la Matrix.
Por respeto a la verdadera revolución española, esa que sólo la barbarie fascista y la ignominia "democrática" de la No Intervención pudieron asesinar, esa que la Historia  intentó silenciar, aunque sólo fuera por respeto a ella y a sus muchos y buenos muertos, los acampados debieran, bien convertir sus "reivindicaciones" en "locura" revolucionaria, bien modificar su propaganda.


[1]      JOSEP FONTANA, "Cambio economico y actitudes politicas en la españa del siglo XIX", Ariel, p.131.


Por Nacho Mato
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